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Plutarco.—Las vidas paralelas.

A ese rubio, mordaz, de ojos azules; A Porcio, áun muerto, estoy que en el infierno No le ha de recibir la hija de Céres.

La constitucion de su cuerpo con el ejercicio, con la parsimonia y con acostumbrarse en el ejército desde el principio á portarse como soldado, se hizo muy robusta, habiendo adquirido á un tiempo fuerza y buena salud. Cultivó tambien la facultad de decir, como otro segundo cuerpo, y como un instrumento, no solamente útil, sino necesario, para quien no queria vivir oscuro y en inaccion:

ejercitóla, pues, en las alquerías y pueblos inmediatos, prestándose á defender en los juicios á los que se lo rogaban; y al principio se echó de ver que era un defensor fogoso; pero luego se acreditó además de orador vehemente: descubriendo en él los que se valian de sus talentos una gravedad y juicio que eran propios para los grandes negocios y para el mando político. Porque no sólo se conservó puro en cuanto á recibir salario por sus dictámenes y defensas, sino que áun desdeñaba la gloria que de esta clase de contiendas podria resultarle. Deseando, pues, señalarse principalmente en los combates contra los enemigos y en acciones de guerra, siendo todavía jóven tuvo ya su cuerpo cubierto de heridas, recibidas de frente: diciendo él mismo que á los diez y siete años hizo su primera campaña, al tiempo que Aníbal victorioso puso en combustion toda la Italia. En las batallas mostróse de mano pronta para acuchillar, de piés firmes é inmobles y de semblante fiero; y áun acostumbraba á usar de amenazas y de gritos penetrantes contra los enemigos: creyendo él mismo, y enseñando á los demas que estas cosas suelen contribuir más que el mismo acero para atemorizar á los eontrarios. En las marchas caminaba á pié, llevando sus armas, y sólo le seguia un sirviente, que llevaba lo que habian de comer; con el cual no se incomodó nunca, ni le