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Plutarco.—Las vidas paralelas.

guerra; y en verdad que los Romanos desconfiaron de poder romper por el frente; pero revolviendo Caton en su ánimo aquellos atrincheramientos y aquel cerco, marchó por la noche á hacer un reconocimiento, llevando consigo una parte del ejército. Llegado á la cumbre, como el guia, que era un esclavo, desconociese el camino, se vió perdido en aquellas asperezas y derrumbaderos, causando esto en los soldados gran miedo y desaliento. Advirtiendo, pues, el peligro, mandó á todos los demas que no se movieran y aguardaran allí; y tomando consigo á Lucio Malio, hombre hecho á caminar por las montañías, discurrió con gran fatiga y riesgo en una noche oscura y ya adelantada por entre acebuches y peñascos, dando rodeos, y sin saber dónde ponia el pié, hasta que llegando á un camino abierto, que se dirigia hacia abajo, y les pareció iria al campamento de los enemigos, pusieron señales en unas eminencias muy altas, que descollaban sobre el Calidromo (1). Retrocedieron desde aquel punto; reuniéronse con las tropas, y encaminándose á las señales, puestos otra vez en el camino, comenzaron á marchar con seguridad; pero á poco que anduvieron les faltó la senda, encontrándose con un barranco; por lo que les sobrevino otra vez la incertidumbre y el miedo, no sabiendo ni advirtiendo que ya se habian puesto muy cerca de los enemigos. Clareaba el dia cuando les pareció que oian cierto murmullo, y de repente vieron un campamento griego, y la guardia puesta al pié de la roca. Haciendo, pues, alif alto Caton con sus tropas, dió órden de que se le presentasen solos los, Firmianos, que eran los que siempre se le habian mostrado más fieles y dispuestos. Como acudiesen éstos al punto y le cercasen en tropel, «deseo, les dijo, que se coja vivo á uno de los enemigos, y se sepa de él qué guardia es (1) Llamábase Calidromo la cresta más empinada del monte Oeta.