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Plutarco.—Las vidas paralelas.

como profetizando y vaticinando, dijo que los Romanos arruinarian la república, cuando por todas partes se introdujesen las letras griegas; pero el tiempo acreditó de vana esta disfamacion, pues que luego creció la prosperidad de la república, y admitió benignamente las ciencias y toda especie de enseñanza griega. Ni se limitaba su displicencia á los Griegos dados á la filosofia, sino que tambien á los médicos los miraba con ceño; y habiendo oido un dicho, segun parece, de Hipócrates, que siendo llamado por un rey con la oferta de muchos talentos, habia respondido que por nada en el mundo asistiria á los bárbaros enemigos de los Griegos, decia que este era un juramento comun de todos los médicos, y encargaba al hijo que se guardara de ellos: porque él tenia escrito para sí y para todos los que en su casa asistian á los enfermos este precepto: que nunca habia de guardar ninguno diela, y se les babian de dar á comer legumbres y carnes tiernas, de ánade, de pichon ó liebre; por cuanto este alimento era lijero y provechoso á los delicados, con sólo el inconve niente de que en los que usaban de él producia vigilias, y que con esta medicina y este método gozaba de salud él mismo, y mantenia sanos á todos los de su familia.

Mas parece que en esta parte recibió de los Dioses algun castigo, pues que perdió á la mujer y al hijo. En su persona era de una complexion sumamente fuerte y robusta, con lo que pudo aguantar mucho; de manera que áun siendo ya bastante anciano usaba frecuentemente de las mujeres, y contrajo un matrimonio muy desigual en cuanto á la edad, con esta ocasion: perdido que hubo la mujer, proporcionó al bijo para su matrimonio la hija de Paulo y bermana de Escipion; y él, permaneciendo viudo, se enredó con una mozuela que iba á escondidas á verle; pero en una casa pequeña, en que habia señora, no pudo dejar de translccirse aquel trato; y pareciendo que un dia habia atravesado la mozuela con mucho desenfado, el hijo no la