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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Liguo, que gustaban de vestidos costosos, de colgaduras de diversos colores y de los festejos de las mesas y banquetes. Empezó, pues, por apartar su inclinacion al lujo de las cosas vanas y superfluas, convirtiéndola á las útiles y laudables; con lo que alcanzó de ellos que cortando los gastos que diariamente hacian en otras galas y preseas, se complaciesen en presentarse adornados y elegantes con los arreos militares. Veíanse, pues, los talleres llenos de cálices y copas rotas, de corazas doradas, y de escudos y frenos plateados; así como los estadios de potros que se estaban domando, y de jóvenes que se adiestraban en las armas; y en las manos de las mujeres yeimos y penachos dados de colores, mantillas de caballos y sobreropas bellamente guarnecidas: espectáculo que acrecentaba el valor, é inspirando nuevo aliento, los hacía intrépidos y osados para arrojarse á los peligros. Porque el lujo en utros objetos infunde vanidad, y en los que le usan engendrá delicadeza, como si aquella sensacion halagase y recrease el ánimo; pero el lujo de estas otras cosas más bien le fortalece y eleva. Por eso Homero nos pinló á Aquiles inflado y enardecido con sólo habérsele puesto ante los ojos unas armas nuevas, para querer hacer prueba de ellas. Al propio tiempo que adornaba así á los jóvenes, los ejercitaba y adiestraba, haciéndoles ejecutar las evoluciones con gusto y con emulacion; porque les habia agradado sobremanera aquella formacion, pareciéndoles haber tomado con ella un apiñamiento al abrigo de las heridas. Las armas además con el ejercicio se les habian hecho manejables y ligeras, poniéndoselas y llevándolas con placer por su brillantez y hermosura, y ansiando por verse en los combates para probarlas con los enemigos.

Hacian entonces la guerra los Aqueos á Macanidas, tirano de los Lacedemonios, que con grande y poderoso ejército se proponia sujetar á todos los del Peloponeso.

Luego que se anunció haberse encaminado á Mantinea,