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Plutarco.—Las vidas paralelas.

por la debilidad del cuerpo, y faligado con tanto caminar, se habia puesto pesado y torpe, y tropezando el caballo lo derribó al suelo. La caida fué terrible, y habiendo recibido el golpe en la cabeza, quedó por largo rato sin sentido; tanto que los enemigos, teniéndole por muerto, intentaron volver el cuerpo y despojarle; mas como levantando la cabeza se hubiese puesto á mirarlos, acudiendo en gran número, le echaron las manos á la espalda, y atándole se le llevaron, usando de mil improperios é insultos con un hombre que ni por sueño podía haber temido semejante cosa de Dinocrates.

En la ciudad, llegada la noticia, se pusieron muy ufanos, y corrieron en tropel å las puertas; pero cuando vieron que traian á Filopemen de un modo tan poco correspondiente á su gloria y sus anteriores hazañas y trofeos, los más se compadecieron y consternaron, hasta el punto de Horar y de despreciar el poder humano, teniéndole por incierto y por nada. Así, al punto corrió entre los más la voz favorable de que era preciso tener presentes sus antiguos beneficios, y la libertad que les habia dado, redimiéndolos del tirano Nabis; pero unos cuantos, queriendo congraciarse con Dinocrates, proponian que se le diese tormento y se le quitase la vida, como enemigo poderoso y dificil de aplacar, y mucho más temible para Dinocrates si lograba salvarse despues que éste le habia maltratado y hecho prisionero. Mas lo que por entonces hicieron fué llevarle al que llamaban tesoro, que era un edificio subterráneo, al que no penetraban de afuera ni el aire ni la luz, y que no tenía puertas, sino que lo cerraban con una gran piedra que ponian á la entrada: encerrándole, pues, en él, y arrimando la piedra, colocaron alrededor centinelas armados. Los soldados Aqueos, luégo que se rehicieron un poco de la fuga, echaron ménos á Filopemen sospechándole muerto, y estuvieron mucho tiempo llamándole, y tratando entre sí sobre cuán vergonzosa é in-