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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Aqueos. Y Dinocrates se apresuró por sí mismo á quitarse la vida: de los demas, cuantos dieron consejo de deshacerse de Filopemen, tambien se dieron por sí mismos la muerte; y á los que aconsejaron que se le atormentase, los hizo atormentar Licorta. Quemaron luego el cuerpo de Filopemen, y recogiendo en una urna los despojos, dispusieron su conduccion, no en desórden y sin concierto, sino reuniendo con las exequias una pompa triunfal: porque á un mismo tiempo se los veia ceñir coronas y derramar lágrimas; y juntamento con los enemigos cautivos y aberrojados, se veia la urna tan cubierta de cintas y coronas, que apenas podia descubrirse. Llevábala Polibio, hijo del general de los Aqueos, y á su lado los principales de éstos. Los soldados, armados y con los caballos vistosamente enjaezados, seguían la pompa, ni tan tristes como en tan lamentable caso, ni tan alegres como en una victoria. De las ciudades y pueblos del tránsito salían al encuentro como para recibirle cuando volvia del ejército; acercábanse á la urna, y concurrian á llevarla á Megalópolis. Cuando ya pudieron incorporarseles los ancianos con las mujeres y los niños, el llanto del ejército discurrió por toda la ciudad, afligida y desconsolada con tal pérdida, previendo que decaia al mismo tiempo de la gloria de tener el primer lugar entre los Aqueos. Diósele, pues, hoprosa sepultura como correspondia, y en las inmediaciones de su sepulcro fueron apedreados los cautivos de los Mesenios. Siendo muchas sus estatuas y muchos los honores que las ciudades le decretaron, hubo un Romano que en los infortunios que la Grecia experimentó en Corinto, propuso que se destruyeran todas para perseguirle despues de muerto, en manifestacion de que en vida habia sido contrario y enemigo de los Romanos. Se trató este asunto, y se hicieron discursos en él, respondiendo Polibio al calumniador, y ni Mumio ni los legados consintieron en que se quitasen los monumentos de tan insigne varon, sin em-