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TITO QUINCIO FLAMINIO.

tereza en las cosas de justicia, no hubiera sido tan fácil que en lugar del gobierno á que estaban acostumbrados admitiesen el imperio extranjero, lo que se manifestará todavía mejor por la serie de sus hechos.

Enterado Tito de que los generales que le habian precedido, Sulpicio y Publio, pasando tarde á la Macedonia, y tomando la guerra con flojedad, habian gastado sus fuerzas en combates de puestos, y en contender con Filipo en encuentros parciales sobre el paso y sobre las provisionesse propuso no imitar á aquellos que perdian un año en casa en los honores y negocios políticos, y á lo último pensaban en la guerra, ejecutando él lo mismo de ganar á su mando un año para los honores y los negocios, haciendo de cónsul en el uno y de general en el otro; sino dedicar con empeño á la guerra todo el tiempo en que ejerciese su autoridad, no haciendo cuenta de los honores y prerogativas que en la ciudad le corresponderian. Pidió, pues, al Senado que le diera á su hermano Lucio para que á sus órdenes mandase la armada; y tomando de las tropas que con Escipion habian vencido á Asdrubal en España, y en Africa al mismo Anibal, lo más florido y arriscado para su principal apoyo, viniendo á ser unos tres mil hombres, dió vela al Epiro con la mayor confianza. Como Publio, teniendo establecido su campo en contraposicion del de Filipo, que hacía mucho tiempo guardaba los desfiladeros y gargantas del rio Apso, no pudiese adelantar un paso por lo inexpugnable del terreno, luego que lo observó, se encargó del mando, y despidiendo á Publio, se dedicó á reconocer toda la comarca. Son aquellos lugares no ménos fuertes que los del valle de Tempe; pero no presentan aquella belleza de árboles, aquella frescura de los bosques, ni aquellos prados y sitios amenos. Los montes grandes y elevados de una y otra parte van á parar á un barranco dilatado y profundo, por el que discurre el Apso, que en su aspecto y rapidez se parece al Penco; pero cubriendo