más fuerte de sus tropas, de manera que áun los más esforzados de aquellos no podian sostener lo pesado de su apiñamiento y la violencia de la acometida. El ala izquierda, por el estorbo de los collados, tenía claros y desuniones, y Tito, no curando de los que iban de vencida, se dirigió con impetu por esta otra parte contra los Macedonios, que no podían traer á formacion y estrechar las filas, en lo que consistía la principal fuerza de su falange, á causa de la desigualdad y aspereza del terreno, y que para los combates singulares tenian armas muy pesadas y difíciles de manejar: porque la falange en su fortaleza se parece á un animal invencible mientras es un solo cuerpo y conserva su apiñamiento en un solo órden; pero desunida pierde cada uno de los que pelean de su fuerza, ya por la clase de la armadura, y ya porque no tanto viene su pujanza del mismo, como de la reunion de todos. Desbaratados éstos, unos se dieron á perseguir á los que huian, y otros, corriendo á la otra parte, herian y acosaban por los costados á los Macedonios mientras combatian de frente; de manera que muy en breve tambien los vencedores se desordenaron y dieron á huir arrojando las armas. Murieron por lo menos ocho mil, y unos cinco mil quedaron cautivos; y si Filipo pudo salvarse con seguridad, la culpa fué do los Etolios, que mientras los Romanos seguian todavía el alcance, se entregaron al pillaje y saqueo del campamento, en términos que cuando aquelios volvieron ya nada encontraron.
Indispusiéronse por esto, y empezaron á decirse denuestos unos á otros; pero lo que á Tito más le incomodaba era que los Etolios se atribuian la victoria, apresurándose á hacer correr esta voz entre los Griegos: tanto, que los poetas y los particulares, celebrando esta jornada, los cseribieron y cantaron á ellos los primeros; siendo el cantar más comun este epigrama: