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TITO QUINCIO FLAMINIO.

abandonó á una precipitada fuga, en Calcis fué donde tocó, y tomando la mujer, el caudal y los amigos, se embarcó para el Asia. Tito, cuando Manio marchó irritado contra los Calcidenses, se fué en pos de él, y lo ablandó y dulcifico, y por último le persuadió y sosegó completamente á fuerza de súplicas con él mismo y con los demas jefes de los Romanos. Por lo tanto, salvos los Caleidenses á su intercesion, consagraron á Tilo los más bellos y grandiosos monumentos que pudieron, de los cuales todavía se leen hoy las inscripciones siguientes: «El pueblo á Tito y á Hércules este Gimnasio; y en otra parte en la misma forma:

«El pueblo & Tito y á Apolo el Delfinio.» Tambien en esta edad se elige y consagra un sacerdote de Tilo; á quien ofrecen sacrificio, y hechas las libaciones, cantan un pean ó himno de victoria en verso; del cual, dejando lo demas por ser demasiado difuse, trascribimos lo que cantan al fin del himno:

Objeto es de este culto La fe de los Romanos, Aquella fe sincera Que guardarles juramos.

Cantad, festivas ninfas, A Jove soberano, Y en pos de Roma y Tito La fe de los Romanos.

¡lo pean, oh Tito, Oh Tito nuestro amparo.

A todos los Griegos les mereció las mayores honras, y sobre todo lo que hace verdaderos los honores, que es una admirable benevolencia por la suavidad de su carácter: pues si con algunos, por razon de los negocios ó por amor propio, tuvo algun encuentro, como con Filopemen y despues con Diófanes, que tambien fué general de los