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PIRRO.

al otro lado: aunque otros dicen que la tiró rodeada al cuento de una lanza. Luego que leyeron lo escrito y se enteraron de la urgencia, cortaron algunos troncos, y juntándolos entre sí pasaron á la otra orilla, é hizo la casualidad que el primero que pasó, llamado Aquiles, fué el que tomó el niño: los demas pasaron asimismo á los que se les presentaron.

Habiéndose salvado y evitado la persecución de esta manera, se dirigieron al llirio á casa del rey Glauquias, y hallándolo en ella sentado con su mujer, pusieron el niño en el suelo en medio de ellos. Empezó el Rey á concebir temor de Casandro, que era enemigo de Eacidas, y así estuvo largo rato en silencio consultando entre si: en esto Pirro, yéndose á él á gatas por impulso propio, le cogió el manto con las manos, y levantándose arrimado á las rodillas del mismo Glauquias, primero se echó á reir, y despues puso un semblante triste, como de quien ruega y se halla en afliccion, prorumpiendo en lloro. Algunos dicen que no se echó á los piés de Glauquias, sino que se arrimó al ara de los Dioses, y que se puso en pić asido de ella con las manos, lo que Glauquias habia tenido á gran prodigio.

Hizo, pues, entrega de Pirro á su mujer, encargándole le criara con sus hijos; y reclamándole de allí á poco los enemigos, no le entregó, aunque Casandro le ofrecia doscientos talentos: sino que cuando ya tuvo doce años le acompañó al Epiro con tropas, y le hizo reconocer por rey. Resplandecia en el semblante de Piero la dignidad régia, sobresaliendo más sin embargo lo temible que to majestuoso. No tenía el número de dientes que los demas, sino que arriba tenía un solo hucso seguido, en el que como con líneas delgadas estaban aquellos designados.

Dícese que tenia vírlud para curar á los que padecian del bazo, sacrificando un gallo blanco, y fricando en tanto con el pie derecho el bazo del doliente, que debia estar tendido boca arriba; y ninguno era tan pobre ni tan desva-