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PIRRO.

aguantaron las luces, y anduvieron perdidos, y dispersos los soldados; con la cual detencion faltó ya la noche, y desde el amanecer percibieron los enemigos su venida desde las atalayas; de manera que desde aquel punto se pusieron en inquietud y movimiento. Hizo sacrificio Manio; y como tambien el tiempo se presentase oportuno, saliendo con sus tropas, acometió á los primeros, y haciéndolos retirar, inspiró ya miedo á todos, habiendo muerto muchos y áun habiéndose cogido algunos elefantes. La misma victoria condujo á Manio á tener que petear en la llanura; y trabada allí de poder á poder la batalla, por una parte desbarató á los enemigos; pero por otra fué acosado de los elefantes, y como te llevasen en re tirada hasta cerca del campamento, llamó á los de la guardia que en gran número estaban sobre las armas y se hallaban descansados. Acudiendo éstos é hiriendo desde puestos ventajosos á los elefantes, los hicieron retirar, y dando á huir por entre los propios, causaron gran turbacion y desórden; lo cual no solamente dió á los Romanos aquella victoria, sino la seguridad del mando. Porque habiendo adquirido de resultas de aquel valor y de aquellos combates osadía, poder y la fama de invencibles, de la Italia se apoderaron inmediatamente, y de la Sicilia de alli á poco.

De este modo se le desvanecieron á Pirro las esperanzas que acerca de la Italia y la Sicilia habia concebido, perdiendo seis años en estas expediciones, en las que, si en los intereses salió menoscabado, el valor lo conservó invencible en medio de las derrotas. Así tuvo la reputacion de ser el primero entre los reyes de su tiempo en la pericia militar, en la pujanza de brazo, en la osadía; sino que lo que adquiria con sus hazañas, lo perdia por nuevas esperanzas, y no sabía salvar lo presente segun convenia por la codicia de lo ausente y lo venidero. Por tanto, Antígono solia compararle á un jugador que juega y gana mucho, pero que no sabe sacar partido de sus ganancias. Volviendo, TOMO II.

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