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Plutarco.—Las vidas paralelas.

mos, y los precisó á que volviesen á pelear con él, impeliéndose unos á otros, y cayendo en la zanja y entre los carros; de manera que con trabajo y no sin gran mortandad pudieron retirarse. Los ancianos y gran número de las mujeres fueron espectadores de las proezas de Acrotato:

así, cuando despues volvia por medio de la ciudad á tomar su formacion, bañado en sangre, pero ufano y engreido en la victoria, todavía les pareció más alto y más bello á las Espartanas que miraban con celos el amor de Quelidonis; y algunos de los ancianos le seguian gritando: «¡Bravo Acrotato! sigue en tus amores con Quelidonis, sólo con que des excelentes hijos á Esparta.» Siendo muy reñida la batalla que se sostenia por la parte donde se hallaba Pirro, otros muchos habia que peleaban denodadamente; pero Filio, resistiendo mucho tiempo y dando la muerte á muchos de los que le combalian, cuando por el gran número de sus heridas conoció que iba á fallecer, cediendo sa puesto á uno de los que tenía cerca, cayó entre sus filas para que no se apoderaran de su cadáver los enemigos.

Sólo con la noche cesó la batalla, y recogido á dormir Pirro, tuvo esta vision: parecióle que arrojaba rayos sobre Esparta abrasándola toda, y que él estaba muy contento.

Despertúse con la misma alegría, y dando órden á los jefes para que tuviesen á punto el ejército, referia á los amigos su ensueño, contando con que iba á tomar por armas la eiudad. Convenian todos los demas en ello, y solo á Lisimaco no le pareció bien aquella vision; ántes le dijo que recelaba no fuese que así como los lugares tocados del rayo se tienen por inaccesibles, de la misma manera te significase aquel prodigio que no le sería dado entrar en la ciudad. Mas respondióle que aquello era habladuría de mentidero sin certeza ni seguridad alguna, debiendo repelir los que tenian las armas en la mano:

El agüero mejor, pelear por Pirro;