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PIRRO.

con lo que se levantó, y al rayar el dia movió el ejército.

Defendíanse los Lacedemonios con un ardor y fortaleza superior á su número á presencia de las mujeres, que alargaban dardos, comestibles y bebida á los que lo pedian, y cuidaban de retirar los heridos. Intentaron los Macedonios cegar la zanja, trayendo para ello mucha fagina, con la que cubrieron las armas y los cadáveres que alli habian caido; acudiendo al punto los Lacedemonios, se vio al otro lado de la zanja y los carros á Pirro á caballo, que con el mayor ímpetu se dirigia á tomar la ciudad. Levantóse en esto gran gritería de los que se hallaban en aquel punto con carreras y lamentos de las mujeres; y cuando ya Pirro iba adelante, abriéndose paso por entre los que tenía al frente, herido con una saeta cretense su caballo, cayó de pechos y con las ánsias de la muerte derribó á Pirro en un sitio resbaladizo y pendiente. Como con este suceso se turbasen sus amigos, acudieron corriendo los Esparcialas, y tirándoles dardos, les hicieron huir á todos. A este tiempo hizo Pirro que por todas partes cesase el combate, pensando que los Lacedemonios decaerian de brfos, baltándose casi todos heridos, y babiendo muerto muchos. Pero el buen Genio de esta ciudad, bien fuese que se hubiera propuesto poner a prueba la fortaleza de aquellos varones, ó bien que hubiese querido hacer en aquel apuro demostraeion de la grandeza de su poder cuando estaban en el peor estado las esperanzas de los Lacedemonios, hizo que de Corinto llegase en su auxilio con tropas extranjeras Aminias, natural de Focea, uno de los generales de Antigono; y aun no bien se habia hecho el recibimiento de éstos cuando arribó de Creta el rey Areo trayendo consigo dos mil hombres. Con esto las mujeres se retiraron á sus casas sin volver á mezelarse en las cosas de la guerra; y los hombres, haciendo que dejaran las armas los que por necesidad las habian tomado en aquel conflicto, se previnieron y ordenaron para la batalla.