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CAYO MARIO.

que ninguno tomase su defensa, compareciendo él mismo, refirió resueltamente el suceso, y tuvo testigos de que muchas veces se resistió á Lucio, y que con hacerle grandes ofertas jamás condescendió por nada á sus deseos.

Maravillado Mario y complacido al mismo tiempo, mandó que le trajesen la corona con que por costumbre patria se recompensaban los ilustres hechos, y tomándola en la mano, él mismo coronó á Trebonio, por haber dado un excelente ejemplo en tiempo on que tanta necesidad babia de ellos. Llegó la noticia á Roma, y no fué la que ménos contribuyó para que se le confiricra el tercer Consulado; á lo que se agregaba que acercándose la primavera, miraban como próxima la llegada de los bárbaros, y no querian que ningun otro general biciese aquella guerra. Mas no llegaron tan pronto como se creía, y tambien se le pasó á Mario el tiempo de este Consulado. Acercábanse las elecciones, y como hubiese muerto el colega, dejando Mario encargado del ejército á Manio Aquilio, partió para Roma.

Eran muchos y muy principales los que pedian ei Consulado; y Lucio Saturnino, que era de los tribunos el que más influia sobre la muchedumbre, obsequiado por Mario, hablaba al pueblo, y le movia á que le nombrase cónsul. Hacía Mario el desdeñoso rehusando aquella magistratura, y diciendo que no le convenia; sobre lo que Saturnino lo acusaba de traidor á la patria, por rebusar el mando en medio de tan gran peligro. Estaba bien claro que hacia este papel por servir á Marjo; pero los más, en vista de su pericia y de su fortuna, le decretaron el cuarto Consulado, dándole por colega á Lutacio Catulo, varon muy respetado de los primeros personajes y no desafecto á la muchedumbre.

Instruido Mario de que los enemigos se hallaban cerca, pasó apresuradamente los Alpes, y fortificando su campamento sobre el rio Ródano, condujo á él abundantes provisiones, para no ser nunca precisado á pelear, mientras no le pareciese poderlo ejecutar con ventaja, por falta de