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Plutarco.—Las vidas paralelas.

ria la república mientras Alcibiades existiese: porque si ántes cuando fué desterrado no pudo sufrir el vivir en el ocio y en el reposo, tampoco ahora, á no estar del todo imposibilitado, llevaria en paciencia que los Lacedemonios les bicieran agravios, y que los treinta los trataran con vilipendio. Ni era extraño que á estos sueños se entregaran los demas, cuando los mismos treinta no se aquietaban sin pensar é inquirir sobre él, y sin mover frecuente conversacion de lo que hacía y de lo que pensaba. Ultimamente Cricias hizo entender á Lisandro que no viviendo en democracia los Atenienses, podía tenerse por seguro el imperio de los Lacedemonios sobre la Grecia; pero que por más sumisos y obedientes que se mostrasen á la oligarquía, mientras Alcibiades viviese, no los dejaria permanecer quietos en el órden establecido. Sin embargo, para que Lisandro accediese á estas sugestiones, fué al fin preciso que viniera de Esparta una órden, por la que se le mandaba que se quitara á Alcibiades del medio; bien fuera porque temiesen su actividad y grandeza de alma, ó bien porque quisieran complacer á Agis, Cuando Lisandro envió á Farnabazo la órden para la ejecucion, y éste la cometió á su hermano Magazo y á su tio Susamitres, hizo la casualidad que Alcibiades se hallaba en cierta aldea de Frigia, teniendo en su compañía á Timandra, que era una de sus amigas. Habia tenido entre sueños esta vision: parecióle que se habia adornado con , los vestidos de su amiga, y que ésta, reclinando él la cabeza en su regazo, le adobaba el rostro como el de una mujer, pintándolo y alcoholándolo. Otros dicen que vió en sueños á Magazo y los de su faccion que le cortaban la cabeza, y que era quemado su cuerpo; mas todos convienen en que tuvo la una ó la otra vision poco antes de su muerte. Los que fueron enviados contra él no se atrevieron á entrar en la casa, y lo que hicieron fué, apartándose alrededor de ella, pegarle fuego. Sintiólo Alcibiades, y re-