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Plutarco.—Las vidas paralelas.

tacha de irresolucion y tardanza á sus disposiciones. Mas él por nada se acobardaba, teniendo para todo á sus ordenes seiscientos hombres de caballería, como si fueran sus guardias, á los que llamaba el contrasenado. Marchó, pues, con armas contra los Cónsules á tiempo de hallarse en junta pública; y habiendo podido el uno huir de la plaza, alcanzando á un hijo suyo, le quitó la vida. Sila, huyendo por delante de la casa de Mario, contra todo lo que podia esperarse se entró en ella sin que lo advirtiesen los que le perseguian, que se pasaron de largo: y se dice que habiéndole dado el mismo Mario salida segura por otra puerta, se marchó al ejército; pero el mismo Sila en sus comentarios no dice que se acogió á casa de Mario, sino que fué llevado á ella para deliberar sobre los objetos que Sulpicio le precisaba á decretar contra su voluntad, teniéndole rodeado de gentes con armas desnudas, y arrastrándole á casa de Mario, hasta que pasando de allí á la plaza, como ellos lo deseaban, alzó el entredicho. (1) En este estado, árbitro ya Sulpicio de todo, confirió á Mario el mando; y éste, preparándose á salir, envió á dos tribunos á entregarse del ejército de Sila. Mas inflamando Sila á sus soldados, que eran treinta mil infantes y unos cinco mil de caballería, guió para la ciudad. Mario en tanto daba en Roma muerte á muchos de los amigos de Sila, y publicó libertad para los esclavos que se alistasen; pero se dijo que sólo se presentaron tres. Hizo alguna resistencia á Sila á su llegada; pero como en breve fuese vencido, huyó.

Los que estaban á su lado, apénas salió de la ciudad se dispersaron siendo de noche; y él se acogió á una de sus quintas llamada Salonia, desde donde envió á su hijo á los campos de Mucio su yerno, que no estaba léjos, á proveerse de lo necesario, y bajando á Ostia, como un amigo (1) Los dois Cónsules habian mandado que nada se hiciese en aquella junta tumultuaria: levantó, pues, Sila este mandato.