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CAYO MARIO.

lidando algunos á Mario no los nombraba éste, ó no les correspondia, aquello era señal de acabar con ellos en la misma calle: de manera que áun aus mismos amigos estaban en la mayor agonía y susto cuando se acercaban á saludar á Mario. Siendo ya muchos los que habian perecido, Cina se mostraba cansado y fastidiado con tanta muerte; pero Mario, renovándose en ét cada dia la ira y la sed de sangre, no dejaba vivir á ninguno de cuantos se le hacian sospechosos: así todas las calles y toda la ciudad estaban llenas de perseguidores y de cazadores de todos los que huian ó se ocultaban, y era tenida por crímen la fe de la hospitalidad y de la amistad, sin que ya ofreciese seguridad alguna, porque eran muy pocos los que no hicieron traicion á los que á ellos se habian acogido. Por tanto, deben ser tenidos en mucho y mirados con admiracion los criados de Cornulo, que ocultando á su amo en casa suspendieron por el cuello á uno de tantos muertos; y poniéndole un anillo en el dedo, lo mostraron á los de la guardia de Mario; y despues, envolviéndole como si fuera aquét, le dieron sepultura. Nadie llegó á entenderlo; y habiéndose salvado Cornulo por este medio, por los mismos criados fué secretamente llevado á la Galia.

Cúpole tambien la suerte de un amigo honrado á Marco Antonio el orador, y sin embargo fué desgraciado, porque siendo aquél un hombre pobre y plebeyo, que hospedaba en su casa al primero de los Romanos, quiso porlarse como el caso lo exigía, y envió á an esclavo para traer vino & casa de uno de los taberneros que vivian cerca. El esclavo lo tomó con cuidado, y dijo que le diera de lo mejor; con lo que le preguntó el tabernero qué novedad habia para no tomarlo de lo nuevo y comun como acostumbraba, sino de lo mejor y de más preeio; y respondiéndole aquél con sencillez, como á un hombre conocido y familiar, que su amo tenía á comer á Marco Antonio, al que ocultaba en su casa, el tabernero, que éra hombre cruel y malvado, no