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CAYO MARIO.

sentes que le habian hecho y que hasta el fin los conservaba en la memoria; que es el más seguro tesoro para el hombre. Al contrario, á los desmemoriados y necios se les desvanecen los sucesos con el tiempo; por lo que no guardando ni conservando nada, vacíos siempre de bienes y llenos de esperanza, tienen la vista en lo futuro, no haciendo caso de lo presente: y aquello puede arrebatárselo la fortuna, cuando esto es inadmisible; y con todo desechan esto en que nada puede la fortuna, soñando con lo que es incierto, y estándoles muy bien lo que luego les sucede; porque antes que puedan dar asiento y solidez á los bienes externos con el buen uso de la razon y de la doctrina, se dan á acumularlos y amontonarlos, sin poder llenar los insaciables senos de la ambicion. Falleció, pues, Mario á los diez y siete dias de su sétimo consulado; y por lo pronto fué grande el gozo y la esperanza que ocupó á Roma, por haberse librado de una dura tiranía; pero dentro de bien breves dias conocieron que no habian hecho más que cambiar un dueño viejo por otro jóven en la flor de la edad: ¡tanta fué la crueldad y aspereza de que dió pruebas su hijo Mario, haciendo asesinar á muchos de los mejores y más distinguidos ciudadanos! Túvosele por valiente y arriscado, por lo que al principio se le llamó hijo de Marte; pero bien pronto, vituperado por sus obras, se le dió en lugar de aquél el nombre de hijo de Vênus.

Al fin, encerrado por Sila en Preneste, y haciendo en vano mil diligencias por alargar la vida, cuando vió que no le quedaba remedio perdida la ciudad, se dió á sí mismo la muerte.

FIN DEL TONO SEGUNDO,