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CAYO JULIO CÉSAR.

nares, y tenian sus familias y sus haberes en lo profundo de una selva á la mayor distancia de los enemigos. Estos, pues, en número de sesenta mil hombres, cargaron repentinamente á César at tiempo de estar poniendo su campo, léjos de esperar tan imprevista batalla; y á la caballería lograron ponerla en fuga, y envolviendo las legiones duodécima y sétima, dieron muerte á todos los cabezas de Bla; y si César, tomando el escudo y penetrando por entre los que te precedian, no hubiera acometido á los enemigos, y la legion décima, viendo su peligro, no hubiera acudido prontamente desde las alturas y hubiera desordenado la formacion de los enemigos, es probable que ninguno se habria salvado: aun así, con haber sostenido por el arrojo de César un combate muy superior á sus fuerzas, no pudieron rechazar á los Nervios, sino que allí los acabaron defendiéndose: pues se dice que de sesenta mil sólo se salvaron quinientos, y de cuatrocientos senadores tres.

Recibidas estas noticias por el Senado, decretó que por quince dias se sacrificase á los Dioses, y que aquellos, absteniéndose de todo trabajo, se pasasen en fiestas, no habiéndose nunca señalado otros tantos por ninguna victoria; y es que el peligro se reputó grande por amenazar á un tiempo tantas naciones; haciendo tambien más insigne este vencimiento la pasion con que la muchedumbre miraba á César, por ser éste el que lo habia alcanzado; el cual, habiendo dejado en buen estado las cosas de la Galia, volvió otra vez á invernar en el país regado por el Pó para continuar sus manejos en la ciudad; pues no solamente los que aspiraban á las magistraturas por su mediacion, y los que las obtenian sobornando al pueblo con el caudal que él les remitia, hacian cuanto estaba á su alcance para adelantarlo en influjo y poder, sino que de los ciudadanos más principales y de mayor opinion los más habian acudido á visitarle á Luca; y entre éstos Pompeyo y Craso, y Apio, comandante de la Cerdeña, y Nepote, procónsul de la Es-