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Plutarco.—Las vidas paralelas.

enemigos, más bien que aprovechado en nada á los suyos, pues que no habix cosa del menor valor entre gentes infelices y pobres, no dió á aquella guerra el fin que deseaba, sino que contentándose con recibir rehenes del Rey y arreglar los tributos, se volvió de la isla. A su llegada encontró cartas que iban á mandársele de sus amigos de Roma, en las que le anunciaban el fallecimiento de su hija, que habia muerto de parto en la compañía de Pompeyo.

Grande fué el pesar de éste y grande el de César; mas tambien los amigos se apesadumbraron, viendo disuelto el deudo que habia conservado en paz y en concordia la república, bien doliente y quebrantada de otra parte, porque el niño murió tambien luégo, habiendo sobrevivido á la madre pocos dias. La muchedumbre cargó, contra la voluntad de los tribunos de la plebe, con el cadáver de Julia, y le llevó al campo Marcio, donde se le hicieron las exequias, y yace sepultado.

Repartió César por precision sus fuerzas, que ya eran de consideracion, en diversos cuarteles de invierno; y marchando él á Italia, como lo tenía de costumbre, volvieron otra vez á inquietarse por todas partes los Galos, y dirigiéndose con ejércitos numerosos contra los cuarteles de los Romanos, intenlaban tomarlos; y la mayor y más poderosa fuerza de los sublevados, conducida por Ambiorige, habia dado muerte á Cota y Titorio en su mismo campamento. A la legion mandada por Ciceron la cercaron con sesenta mil hombres, y estuvo en muy poco que la Lomasen á viva fuerza, estando ya todos heridos; sino que por su valor se defendieron más allá de lo que podian. Dióse parte de estos sucesos á César, que se hallaba ya muy le jos; pero retrocedió con la mayor presteza, y juntando en todo hasta unos siele mil hombres, marchó con ellos á ver si podia sacar del sitio á Ciceron. No se les ocultó á los sitiadores que le salieron al encuentro, ciertos de oprimirle por el desprecio con que miraban sus pocas fuerzas; mas