Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo IV (1880).pdf/148

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
150
Plutarco.—Las vidas paralelas.

que por lo comun se reducian á esto: «Duermes, Bruto?

tú no eres Bruto.» Como Casio percibiese que con ellos poco á poco se iba inflamando su ambicion, le visitaba con másfrecuencia que ántes, y le estimulaba tambien por las causas particulares de odio que tenía contra César, que eran las que en la vida de Bruto tenemos manifestadas. A su vez César lenía sospechas de Casio; tanto, que en una ocasion dijo á sus amigos: «¿Qué os parece que trae Casio entre manos? porque á mí no me agrada mucho al verle tan pálido. Y se cuenta que otra vez, habiéndosele hecho delacion contra Antonio y Dolabela sobre que intentaban novedades, respondió: «No tengo ningun miedo á estos gordos y de mucho cabello, sino á aquellos pálidos y flacos,»» diciéndolo por Casio y por Bruto.

A lo que parece, no fué tan inesperado como poco precavido el hado de César: porque se dice haber precedido maravillosas señales y prodigios. Por lo que hace á los resplandores y fuegos del cielo, á las imágenes nocturnas que por muchas partes discurrian, y á las aves solitarias que volaban por la plaza, quizá no merecen mentarse como indicios de tan gran suceso. Estrabon el filósofo refiere haberse visto correr por el aire muchos hombres de fuego, y que el esclavo de un soldado arrojó de la mano mucha llama, de modo que los que lo veian juzgaban se estaba abrasando; y cuando cesó la llama, se halló que no tenía ni la menor lesion. Habiendo César hecho un sacrificio, se desapareció el corazon de la víctima; cosa que se tuvo á terrible agüero, porque por naturaleza ningun animal puede existir sin corazon. Todavia hay muchos de quienes se puede oir que un agorero le anunció aguardarle un gran peligro en el dia del mes de Marzo que los Romanos llamaban los Idus. Llegó el día, y yendo César al Senado, saludó al agorero, y como por burla le dijo: «Ya ban llegado los Idus de Marzo;» á lo que le contestó con gran reposo: «Han llegado, sí, pero no han pasado. El día