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CAYO JULIO CÉSAR.

incidentes pueden mirarse como naturales sin causa exLraordinaria que los produjese; pero el sitio destinado á tal muerte y á tal contienda, en que se reunió el Senado, si se observa que en él habia una estatua de Pompeyo, y que por éste había sido dedicado entre los ornamentos accesorios de su teatro, parece que precisamente fué obra de algun númen superior el haber traido allí para su ejecucion semejante designio. Así se dice que Casio, mirando á la estatua de Pompeyo al tiempo del acometimiento, le invocó secretamente, sin embargo de que no dejaba de estar imbuido en los dogmas de Epicuro; y es que la ocasion, segun parece, del presente peligro, engendró un entusiasmo y un afecto contrarios á la doctrina que habia abrazado. A Antonio, amigo fiel de César, y hombre de pujanza, lo entretuvo afuera Bruto Albino, moviéndole de inlento una conversacion que no podia ménos de ser larga. Al entrar César, el Senado se levantó, haciéndole acatamiento; pero de los socios de Bruto unos se habían colocado detras de su silla, y otros le habian salido al encuentro como para tomar parte con Tulio Cimbro en las súplicas que le hacía por un hermano que estaba desterrado; y efectivamente le rogaban tambien, acompañándole hasta la misma silla.

Sentado que se hubo, se negó ya á escuchar ruegos; y como instasen con más vehemencia, se les mostró indignado; y entonces Tulio, cogiéndole la toga con ambas manos, la retiró del cuello; que era la señal de acometerle. Casca fué el primero que le hirió con un puñal junto al cuello; pero la herida que le hizo no fué mortal ni profunda, turbado como era natural en el principio de un empeño como era aquél: de manera que volviéndose César, le cogró y deluvo el puñal, y á un mismo tiempo exclamaron ambos el ofendido en latin: «malvado Casca, ¿qué haces?» y el ofensor en griego á su hermano: «hermano, auxilio.»» Como este fuese el principio, á los que ningun antecedente tenian les causó gran sorpresa y pasmo lo que