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Plutarco.—Las vidas paralelas.

y sólo se ha de dar á la fortuna tanto poder sobre los hombres justos y buenos, cuanto baste á esparcir contra ellos calumnias y rumores siniestros, en lugar del honor y agradecimiento que se les debia, con detrimento del crédito y aprecio de la virtud.

Parecia que los pueblos principalmente habian de mos trarse insolentes contra los buenos cuando están es prosperidad, y cuando los engrien sucesos faustos y un gran poder; pero es lo contrario lo que sucede. Porque las desgracias vuelven las costumbres displicentes, mal sufridas, y propensas á la ira, y hacen el oido nimiamente delicado, y muy dispuesto á irritarse con cualquiera palabra ó expresion un poco viva; por la cual disposicion el que reprende á los que yerran parece que les echa en cara sus infortunios, y la claridad y la franqueza pasan por desprecio; y así como la miel perjudica á los miembros heridos y llagados, de la misma manera las expresiones verdaderas y ajustadas á razon muerden é irritan á los que están en adversidad, como no sean muy benignas y conciliado ras; que es por lo que el poeta llamó grato al alma lo que es dulce, porque cede á la parte inflamada de ella, y no la contraría ni se le opone. Porque tambien el ojo doliente se complace más con los colores oscuros y que reflejan poco la luz, y se aparta de los que son más claros y envian resplandor. Pues por el mismo término la república que por imprudencia ha caido en una suerte desventurada, se pone en cierto estado de delicadeza y de temor para no poder sufrir la verdad dicha á las claras, justamente cuando más la ha menester, porque pueden los yerros llegar á punto que no tengan enmienda. Por lo mismo, un gobierno que se balla en esta situación es cosa sumamente expuesta, porque pierde consigo al que le habla segun su gusto, pero pierde ántes al que no le adula. Por tanto, así como del sol dicen los matemáticos que no lleva la misma carrera que el cielo, ni tampoco la contraria y