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ALEJANDRO.

y objetando la disposicion de la ley, subió donde se hallaba y por fuerza la trajo al templo. Ella entonces, mirándose como vencida por aquella determinacion, «eres invencible, ¡oh jóven!» expresó; lo que oido por Alejandro, dijo que ya no necesitaba otro vaticinio; sino que habia escuchado de su boca el oráculo que apetecia. Cuando ya estaba en marcha para la expedicion aparecieron diferentes prodigios y señales, y entre ellos el de que la estatua de Orfeo en Libetra, que era de cipres, despidió copioso sudor por aquellos dias. A muchos les inspiraba miedo este portento; pero Aristandro los exhortó á la confianza, «pues significa, dijo, que Alejandro ejecutará hazañas dignas de ser cantadas y aplaudidas; las que por tanto darán mucho que trabajar y que sudar a los poetas y músicos que hayan de celebrarlas.» Componíase su ejército, segun los que dicen ménos, de treinta mil hombres de infanteria y cinco mil de caballería; y los que más le dan hasta treinta y cuatro mil infantes y cuatro mil caballos; y para todo esto dice Aristobulo que no tenía más fondos que setenta talentos, y Duris que sólo contaba con víveres para treinta dias; mas Onesicrito refiere que habia tomado á crédito doscientos talentos. Pues con todo de haber empezado con tan pequeños y escasos medios, ántes de embarcarse se informó del estado que tenian las cosas de sus amigos, distribuyendo entre ellos á uno un campo, á otro un terreno y á otro la renta de un caserío ó de un puerto. Cuando ya babia gastado y aplicado se puede decir todos los bienes y rentas de la corona, le preguntó Perdicas: «¿Y para tí, oh Rey, qué es lo que dejas?» Como le conteslase que las esperanzas, «¿pues y nosotros, repuso, no participaremos tambien de ellas los que hemos de acompañarte en la guerra?»» Y renunciando Perdicas la parte que le habia asignado, algunos de los demas amigos hicieron otro tanto; pero á los que tomaron las suyas ó las reclamaron, se las entregó con largueza; y