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Plutarco.—Las vidas paralelas.

exhortó á que atendiesen al buen orden de la ciudad, como que habia de tomar el imperio de la Grecia, si á él le sobrevenia alguna desgracia; y de allí en adelante se dice que le causaba sumo disgusto aquella calamidad de los Tebanos; por lo que se mostró muy beniguo con los demas pueblos; y lo ocurrido con Clito entre los brindis de un festin, y la cobardia en la India de los Macedonios, por la que en cuanto estuvo de su parte dejaron incompleta su expedicion y su gloria, fueron cosas que las atribuyó siempre á ira y venganza de Baco. Por fio, de los Tebanos que quedaron con vida, ninguno se le acercó á pedirle alguna cosa que no saliera bien despachado; y esto es lo que hay que referir sobre la toma de Tebas.

Congregados los Griegos en el Istmo, decretaron marchar con Alejandro á la guerra contra la Persia, nombrándole general; y como fuesen muchos los hombres de Estado y los filósofos que le visitaban y le daban el parabien, esperaba que haría otro tanto Diógenes el de Sinope, que residia en Corinto. Mas éste ninguna cuenta hizo de Alejandro, sino que pasaba tranquilamente su vida en el barrio llamado Craneto; y así hubo de pasar Alejandro á verle.

Hallábase casualmente tendido al sol, y habiéndose incorporado un poco á la llegada de tantos personajes, fijó la vista en Alejandro. Saladóle éste, y preguntándole en seguida si se le ofrecia alguna cosa, «muy poco, le respondió; que te quites del sol.» Dieese que Alejandro con aquella especie de menosprecio quedó tan admirado de semejante elevacion y grandeza de ánimo, que cuando retirados de allí empezaron los que le acompañaban á reirse y burlarse, él les dijo: «Pues yo á no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes.» Quiso prepararse para la expedicion con la aprobacion de Apolo; y habiendo pasado á Delfos, casualmente los dias en que llegó eran nefastos, en los que no es permitido dar respuestas; y con todo, lo primero que hizo fué llamar á la sacerdotisa; pero negándose ésta,