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FOCION.

otro se resolvió a hablar en favor de Focion. El mismo, teniendo gran trabajo y dificultad en hacerse escuchar:

"¿Cómo quereis condenarme á muerte, les dijo, injusta, ó justamente y como algunos respondiesen: «Justamente.» —Pues y esto, cómo lo conocereis, les replicó, si no me escuchais?»» Nadie queria ya oir más; y entonces saliendo más adelante: «Por mi, les dijo, reconozco que he obrado mal y me sentencio á muerte por mis actos de gobierno; pero á éstos, oh Atenienses, ¿por qué quereis quitarles la vida, no habiendo delinquido en nada?» Como á esta reconvencion respondiesen muchos: «porque son amigos tuybs,» se retiró Focion, y nada más dijo; pero Agnónides leyó un decreto que tenta escrito, segun el cual el pueblo debia juzgar si entendia que habian delinquido, y los reos sufrir la pena de muerte si esta declaracion les era contraria.

Leido el decreto, deseaban algunos que Focion fuera atormentado antes de recibir la muerte, y daban la órden de que se trajera la rueda y se llamara á los ejecutores; pero Agoonides, viendo que tambien Clito lo repugnaba, y que la cosa en sí era bárbara y abominable: «Cuando prendamos, dijo, oh, Atenienses, á ese vil hombre de Calimedonte, entonces lo atormentaremos; pero en cuanto á Focion yo no propongo semejante cosa;» á lo que uno de los hombres honrados exclamó: «Y haces muy bien; porque si atormentábamos á Focion, ¿contigo qué deberíamos hacer?» Sancionado el decreto, y dados los votos, sin que nadie se sentase, todos en pié como estaban, y áun muchos poniéndose coronas, los condenaron á muerte. Hallábanse con Focion Nicocles, Tudipo, Egenon y Pilocles, y se decretó tambien la muerte de Demetrio Falereo, de Calimedonte, de Caricles y de otros ausentes.

Disuelta la junta, llevaron á los sentenciados á la cárcel, y los demas, viéndose rodeados y estrechados entre los brazos de sus amigos y deudos, iban afligidos y desconso-