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FOCION.

encendiera fuego para darle sepultura; así es que no hubo entre sus amigos quien se atreviese ni siquiera á tocarle.

Un tal Conopion, que por precio solía ocuparse en estas obras, tomó el cuerpo, y llevándole más allá de Eleusine, le quemó encendiendo el fuego en tierra de Megara. Sobrevino allí una mujer Megarense con sus criadas, y levantando un túmulo vacío, hizo las solemnes libaciones. Tomó despues en su regazo los huesos, y llevándolos por la noche á su casa abrió un hoyo junto al hogar, diciendo: «En tí, mi amado hogar, deposito estos despojos de un hombre justo, y tú los restituirás al sepulcro paterno cuando los Atenienses hayan vuelto en su acuerdo.» No se había pasado mucho tiempo cuando los sucesos mismos hicieron ver al pueblo qué celador y guarda de la modestia y la justicia era el que habia. perdido. Erigióle, pues, una estatua de bronce, y á expensas del erario público dió sepultura á sus huesos. De sus acusadores, á Agnónides los mismos Atenienses le condenaron y quitaron la vida; y á Epicuro y Demofilo, que habian huido de la ciudad, el hijo de Focion los descubrió y tomó de ellos venganza. De éste se dice que no era hombre de recomendables prendas; que enamorado de una esclava educada en casa de un rufian, por casualidad habia llegado al Liceo á tiempo en que Teodoro el Ateo formaba este argumento:

«Si no es cosa torpe rescatar al amigo, tampoco, por consiguiente, á la amiga; y si no lo es el rescatar al amado, tampoco á la amada;» y que adoptando este modo de discurrir como tan acomodado á sus deseos, habia redimido á la amiga. En fin, lo ejecutado con Focion hizo á los Griegos acordarse de lo ejecutado con Sócrates, por ser este yerro muy semejante á aquel, y causa igualmente para la ciudad de grandes infortunios.

TOMO IV.

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