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CATON EL MENOR.

les persuadia y amonestaba sobre cada cosa; y yendo esto acompañado del premio y del castigo, era dificil discernir si hizo á sus soldados más pacificos que guerreros, ó más justos que valientes: tanto era lo que se mostraban de lerribles á los enemigos, de benignos á los aliados, de mirados en no ofender á nadie, y de ambiciosos de alabanzas.

Con esto, aquello de que ménos cuidó Calon fué lo que tuvo con sobras; á saber: gloria, amor, estimacion colmada y la mayor aficion de parte de los soldados: pues con hacer voluntariamente lo que á otros mandaba; con parecerse más en el traje, en la comida y en la marcha á éstos que á los caudillos, y con aventajarse en las costumbres, en la prudencia y seso y en la elocuencia á todos los celebrados de emperadores y generales, él solo era el que no veia el amor y estimacion que creaba en los soldados hácia su persona: porque el verdadero celo por la virtud no se engendra sino por la benevolencia y aprecio del que quiere inspirarle, y los que sin amarlos alaban y celebran á los buenos, reverencian si sa gloria, pero no admiran, y mucho menos imitan su virtud.

Habiendo sabido que Atenodoro, el llamado Cordilion, hombre de avanzada edad y muy ejercitado en la doctrina estóica, residia en Pérgamo, y que se habia negado á todas las invitaciones de amistad y confianza que se le habian hecho de parte de generales y de reyes, creyó que nada adelantaria con él enviando quien le hablase y escribiéndole; por lo que, teniendo por la ley dos meses de licencia, marchó al Asia en su busca, confiado de que con sus prendas y calidades no habia de salir mal en aquella adquisicion. Llegado pues allá, entró en esta contienda, y babiéndole hecho mudar de propósito, volvió trayéndole en su compañía al campamento, con gran satisfaccion y complacencia, por haber hecho el hallazgo de una cosa de más precio y de mayor lustre que las naciones y reinos que Pompeyo y Lúculo iban entónces domando con las armas.