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Plutarco.—Las vidas paralelas.

admitió, ni creyó le correspondian, diciendo que nada habia hecho digno de tales honras. Acredilóse con esto de hombre de otro temple que los deinas; y habiéndose establecido por ley que los que pedian las magistraturas no se presentasen acompañados de nomenclatore3, sólo él se sujetó á la ley al pedir el tribunado militar, cumpliendo por sí solo con el acto acostumbrado de saludar y llamar por su nombre á los ciudadanos que encontraba.

Mas con estas cosas no dejaba de ser moleslo áun á los mismos que le celebraban, pues cuanto más pensaban en lo laudable y excelente de sus hechos y su conducta, tanlo más se sentian mortificados por la dificultad de imitarle.

Nombrado tribuno militar para la Macedonia, fué enviado á las órdenes de Rubrio, que era entonces pretor.

En esta ocasion se dice que afligiéndose y llorando su mujer, uno de los amigos de Caton, llamados Munacio, le dijo:

«No te acongojes, Atilía, que á éste yo te le guardaré,» y que Caton añadió: «Ciertamente; está muy bien.» Habian becho la primera jornada, y despues de la cena dijo Caton:

«Ea, Munacio, es preciso que cumplas á Atilia la promesa que le hiciste, no separándote de mí ni de dia ni de noche;» y dió órden para que desde entonces se pusieran dos camas en su dormitorio; con lo que pasando á su lado las noches, resultó que como por juego Munacio fué guardado por Caton. Llevaba para su servicio y para hacerle compañía quince esclavos, dos libertos y cuatro amigos; y yendo éstos á caballo, él marchaba á pié, y poniéndose por vecos al lado de cada uno, le seguia dando conversacion.

Luego que llegó al ejército, que se componia de diferentes legiones, nombrado por el general comandante de una de ellas, no tuvo por una obra grande y régia el dar pruebas de sola su virtud, que al cabo no era más que la de uno; sino que se propuso el designio de que los subordinados á él se le pareciesen; para lo cual sin quitarles el justo temor de la autoridad, juntó con esta la razon, segun la cual