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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Deyotaro, rogándole que los aceptase para sí; y si á esto no se prestaba, dejara que los tomasen sus amigos, muy dignos de ser remunerados por él, para lo que sus bienes propios no alcanzaban; pero ni así condescendió Caton, áun viendo que algunos de los amigos se ablandaban y murmuraban, sino que diciendo no haber regalo para el que fallen pretextos, y que los amigos podian participar de cuanto él tenía honestamente, volvió á enviar sus presentes á Deyotaro. Estando para encaminarse á Brindis, les pareció á los amigos que sería bueno trasladar los despojos de Cepion á otro barco; pero respondiéndoles que antes se despojaria del alma que de ellos, se hizo á la vela; y se dice que corrió en la travesía gran riesgo, cuando los otros no tuvieron contratiempo alguno.

Restituido á Roma, pasaba el tiempo en casa con Alenodoro, ó en la plaza prestando patrocinio á sus amigos. Podia ya aspirar a la cuestura; y, sin embargo, no se presentó á pedirla hasta haber leido las leyes relativas á ella, hasta haberse informado de los inteligentes sobre cada cosa, y hasta haber en cierto modo comprendido toda la esencia de esta magistratura. Así es que apenas fué constituido en ella, hizo una gran mudanza en los sirvientes del tesoro y en los oficiales ó escribientes, porque éstos tenian siempre muy á la mano todos los asientos públicos y las leyes de la materia, y entrando continuamente magistrados nuevos, que por su inexperiencia é ignorancia necesitaban de otros ayos y maestros, no se sujelaban los escribientes á su autoridad, sino que ellos eran en efecto los magistrados; hasta que Caton, tomando con empeño estos negocios, y no teniendo sólo el nombre de magistrado, sino la capacidad, el juicio y la inteligencia, puso á los escribientes en estado de ser unos subalternos, como debian, reprendiéndolos en lo que obraban mal, y enseñándolos en lo que erraban por ignorancia. Como ellos eran atrevidos, y con lisonjas procuraban ganar á los otros cuestores, hacían á 1 I