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ALEJANDRO.

excitar la admiracion y el asombro; diciendo que como por una disposicion divina aquel mar habia lomado el partido de Alejandro, cuando siempre solia ser inquieto y borrascoso, y rara vez dejaba al descubierto los escondidos y resonantes escollos situados al pié de sus escarpadas y pedregosas orillas; á lo que alude Menandro, celebrando cómicamente lo extraordinario del mismo suceso:

Esto va á lo Alejandro, dicho y hecho:

Si á álguien buseo, comparece luego Sin que nadie le llame; si es preciso Dirigirme por mar á cierto punto, El mar se allana y facilita el paso.

Mas el mismo Alejandro en sus cartas, sin tener nada de esto á portento, dice sencillamente que anduvo á pié la montaña llamada Climax, y que la atravesó partiendo de la ciudad de Fasitide, en la cual se detuvo muchos días; y que en ellos, habiendo visto en la plaza la estatua de Teodecto, que era natural de la misma ciudad y habia muerto poco ántes, fué á festejarla bien bebido despues de la cena, y derramó sobre ella muchas coronas, tributando como por juego esta grata memoria al trato que con él habia tenido á causa de Aristóteles y de la filosofia.

Despues de esto sujetó á aquellos de los Pisidas que le hicieron oposicion, y puso bajo su obediencia la Frigia; y tomando la ciudad de Gordio, que se dice haber sido corte del antiguo Midas, vió aquel celebrado carro atado con corteza de serbal, y oyó la relacion allí creida por aquellos bárbaros; segun la cual el hado ofrecia al que desatase aquet nudo, el ser rey de toda la tierra. Los más refleren que este nudo tenía ciegos los cabos enredados unos con otros con muchas vuellas, y que desesperado Alejandro de desatarlo, lo cortó con la espada por medio, apareciendo muchos cabos despues de cortado; pero Aristóbulo