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CATON EL MENOR.

mandándole tomar asiento, esto al principio le causó sorpresa y admiracion, viendo unidas con tanta popularidad y sencillez en el aparato de la casa tanta allivez y severidad de costumbres. Mas despues en la conversacion no oyó sino palabras llenas de prudencia y de franqueza; porque increpándole y reprendiéndole Caton, le manifestó cuánta era la dicha y sosiego que había dejado, y cuántas las bumillaciones y trabajos, cuántos los obsequios y socaliñas á que se sujetaba con los poderosos de Roma, cuya codicia no bastaria á saciar el Egipto si se redujera á oro; y le aconsejó que retrocediera y volviera á la amistad con sus conciudadanos, estando él pronto á acompañarle y á contribuir á la reconciliacion. Parecióle que con este discurso habia vuelto á cu acuerdo como de una especie de mania y enajenacion, reflexionando sobre la verdad y el juicio y prudencia de tan eminente varon; y así se resolvió á obrar segua su parecer; pero habiéndose vuelto á persuasion de su amigos, no bien babia puesto el pié en Roma, y habia llegado á llamar á la puerta de uno sólo de los magistrados, cuando ya se lamentó de su desacierto en haber despreciado, no ya el consejo de un hombre, sino el oráculo de un Dios.

Tolomeo el de Chipre, por dicha particular de Caton, se quito á sí mismo la vida con hierbas; y diciéndose ser muy cuantiosos los intereses que habia dejado, si bien determind marchar en persona á la restitucion de los Bizantinos, á Chipre envió a su sobrino Bruto, no teniendo en Canidio bastante confianza. Mas verificado que hubo la reconciliacion de los desterrados, y restablecido la concordia en Bizancio, entonces navegó para Chipre. Era grande y propiamente real la riqueza que habia quedado en vajillas, mesas, pedrería y ropas de púrpura; y habiendo de venderse para reducirse á dinero, queria estar sobre todo, hacerlo todo subir al precio más alto, no dejar de intervenir en nada, y llevar por si la cuenta más exacta, sin fiar