Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo IV (1880).pdf/231

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
233
CATON EL MENOR.

llarse éste ausente. Congregóse con este motivo el Senado, y acusándole Clodio, dijo Ciceron que habiendo sido ilegitimo el nombramiento de Clodio para el tribunado, debia anularse é invalidarse todo cuanto por él se había hecho y propuesto; mas opúsosele Caton, quien por fin, levantándose, manifestó que ciertamente no tenía por saludable y útil ninguna de las providencias dictadas por Clodio; pero que si hubiera quien anulase todo lo que hizo siendo tribuno, vendria á anularse tambien su administracion en Chipre, y no habria sido legítima su mision como decretada por un magistrado ilegítimo: fuera de que la eleccion de Clodio no había sido contra ley, pues que permitiéndolo ésta, habia pasado del estado de los patricios á una familia plebeya; y si fué un mal magistrado como otros, lo que había que hacer era obligarle á dar razon de sus injusticias, y no anular la autoridad que en nada habia faltado. De resultas de esta contienda se enojó Ciceron con Caton, y estuvo por mucho tiempo interrumpida su amistad; pero al fin más adelante se reconciliaron.

Sucedió despues de esto que Pompeyo y Craso, habiendo ido á visitar á César, que habia pasado los Alpes, acordaron con éste que pedirian juntas el segundo consulado; y posesionados de él, harian decretar para César la prorogacion del mando para otro tanto tiempo, y para sí mismos las mejores provincias con los fondos y tropas correspondientes. Lo que venía á ser una conjuracion para ei repartimiento del imperio, y la disolucion de la república. Habia muchos de los más distinguidos ciudadanos que pensaban presentarse á pedir el consulado; pero á todos los demas que vieron entre los candidatos les hicieron retirarse; sólo á Lúcio Domício, casado con su hermana Porcia, le persuadió Caton que no desistiese de la contienda, la cual no era por la magistratura, sino por la libertad de los Romanos; y entre la parte todavía sana y prudente de la ciudad corria la voz de que no era cosa para descuidar el que, reunion-