Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo IV (1880).pdf/254

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
256
Plutarco.—Las vidas paralelas.

mandantes de la caballería. Llegado á ellos, les rogó que no abandonaran á tan esclarecidos senadores de Roma, ni prefirieran á Juba por su general en comparacion de Caton; sino que juntos se salvaran y los salvasen, entrando en una ciudad que no podia ser lomada por fuerza, y que tenía viveres y todo género de municiones y pertrechos para muchos años. Rogábanles esto mismo con lágrimas los senadores, y los comandantes fueron á tratarlo con los soldados. En tanto, Caton se sentó con aquéllos en un colladito para esperar la respuesta.

Llegó en esto Rubrio acusando con grande enfado á los trescientos de estar moviendo una terrible confusion y alboroto para turbar la tranquilidad y hacer que la ciudad se rebelase. Al oir su relacion, decayeron todos de ánimo, y prorumpieron en lágrimas y sollozos; pero Caton procuró alentarlos, y á los trescientos les envió á decir tuviesen paciencia hasta su vuelta. Vinieron á este tiempo los que habian ido á explorar la tropa de caballería, y sus proposiciones no eran tan moderadas como hubiera sido de desear; porque decian que no necesitaban del sueldo de Juba, ni temian á César teniendo por caudillo á Caton; pero que encerrarse con los Uticenses, que al fin eran Fenicios y mudables, les parecia cosa dura: «pues si ahora están tranquilos, decian, á la llegada de César se volverán contra nosotros, y nos entregaran traidoramente; asi que quien quiera valerse de nuestras armas y nuestras personas, eche primero fuera á los Uticenses, ó acabe con ellos, y entonces llámenos á una ciudad purificada de enemigos y de bárbaros.» Proposiciones bárbaras y feroces parecieron estas á Caton; mas sin embargo respondió templadamente que lo trataria con los trescientos; y volviendo á la ciudad, se fué á ver con éstos, los cuales no anduvieron buscando pretextos y disculpas por respeto á su persona, sino que se le mostraron altaneros, diciendo que si se pensaba en violentarlos á hacer la guerra á César, ni podian