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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Levantándose entónces Caton y mirándole indignado:

"¿Cuándo ó cómo, le dijo, he dado yo motivo sin saberlo para que se crea que he perdido el juicio? Nadie me amonesta y corrige por haber tomado alguna desacertada disposicion, ¿y se me quiere prohibir que me dirija por mi razon, y se me desarma? ¿Por qué, oh jóven, no atas á tu padre volviéndole las manos á la espalda hasta que venga César, y me encuentre en estado de que ni siquera pueda defenderme? Porque puedo muy bien no pedir la espada contra mí, cuando con detener un poco el aliento ó con estrellarme contra la pared está en mi mano el morir.» Dicho esto, el joven salió haciendo grandes lamentaciones, y con él los demas, no quedando otros que Demetrio y Apolonides, á los cuales habló ya más templadamente, diciéndoles: «¿Acaso vosotros tambien os habeis propuesto detener en la vida á un hombre de mi edad, observándole en silencio sentados? ¿0 venís con algun discurso para persuadir que no es terrible ni vergonzoso el que destituido Caton de otro medio de salud, la espere de su enemigo? ¿Por qué no hablais demostrándome esta proposicion, y haciéndome desaprender lo aprendido, para que desechadas las primeras opiniones y doctrinas en que me be criado, y hecho más sabio á causa de César, le tenga que estar más agradecido? Hasta ahora nada tengo determinado hacer de mi; pero cuando lo determine, es razon que quede dueño de ejecutar lo que resolviere. En cierta manera voy á deliberar con vosotros, pues que me he de valer de las razones con que soleis vosotros filosofar. Idos, pues, confiados, y decid á mi hijo que no violente á su padre en aquello que no puede persuadirle.» Nada respondieron á esto Apolonides y Demetrio, sino que se salieron llorando. Vino en esto un mozuelo, trayéndole la espada, y tomándola en la mano la desenvainó y reconoció; y al ver que conservaba la punta y el fito, diciendo ahora soy mío,» puso á un lado la espada, y volvió