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Plutarco.—Las vidas paralelas.

matrimonios contraidos con hijas de sátrapas, desconociera á Licurgo, el cual juntamente con el dinero habia desterrado de la ciudad el tomar y el dar á logro; y con más odio que á los forasteros de otras ciudades miraba á los que en Esparta desdecian de los demas en su modo de pensar y en su método de vida. Porque si no dió acogida á aquéllos, no fué por hacer guerra á sus personas, sino temiendo su conducta y sus modales, no fuera que fundidos con sus ciudadanos engendraran en ellos el amor at regalo, la molicie y la codicía; y así era que Terpandro, Tales y Ferecides, con ser extranjeros habian recibido los mayores honores en Esparta, á causa de que en sus versos y en sus discursos conformaban enteramente con Licurgo.

««Tú mismo, le dijo, alabas á Ecprepes, porque siendo Eforo cortó con la azuela dos de las nueve cuerdas del mistico Frinides, y tambien á los que hicieron otro tanto despues con Timoteo; y de mí te ofendes porque quiero desterrar de Esparta el regalo, el lujo y la vana ostentacion; como si aquéllos no se hubieran propuesto quitar en la música lo superfluo y excesivo para que no llegáramos á este extremo de que el desórden y abandono en la conducta y usos de cada uno hayan hecho una república disonante y disconforme consigo misma.» En consecuencia de esto, la muchedumbre se decidió por Agis; pero los ricos rogaban á Leonidas que no los abandonase, y lo mismo á los ancianos, cuya autoridad lomaba la principal fuerza de haber de preceder su dictámen:

así que, con las súplicas y las persuasiones alcanzaron por fin que ganaran por un voto los que desaprobaban la retra.

Mas Lisandro, que todavía conservaba su cargo, se propuso perseguir á Leonidas, valiéndose de una ley antigua que prohibía que un Heraclida tuviera hijos en mujer extranjera; y al que salia de Esparta para trasladar su domicilio á otro Estado, le imponia pena de muerte. Acerca de esto instruyó á otros, y él con sus colegas se puso á ob-