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AGIS Y CLEOMENES.

nada habia de exquisito, de artificioso ó de extraordinario que le distinguiese de los demas, lo que le dio grande influjo en los negocios de la Grecia. Porque los que tenian que negociar con los otros reyes, no tanto se maravillaban de su riqueza y su lujo, como se incomodaban con su allaneria y su orgullo, recibiendo con gravedad y aspereza á los que á ellos acudian. Mas los que se presentaban á Cleomenes, que en realidad era y se llamaba rey, al ver que no tenía para el servicio de su persona ni púrpura, ni preciosas ropas, ni ricos escaños, ni muebles, y que para conseguir su audiencia no habia que vencer dificultades, ni el obstáculo de muchedumbre de pajes, de porteros y secretarios, sino que él mismo salia en persona á que le saludasen, vestido como cualquiera particular, hablando á los que tenian negocios y entreteniéndose con ellos festiva y humanamente, todos le aplaudian y amaban, diciendo que él sólo era verdadero descendiente de Hércules. Para su cena cotidiana no había más de tres escaños, y era muy parca y muy espartana; pero si convidaba á embajadores, ó tenía huéspedes, entonces se ponían otros dos escaños, y los sirvientes usaban para las mesas de algun aparato más; no tampoco en exquisitos guisados, ni en pastas, sino en cuidar de que los manjares estuviesen más abundantes, y el vino fuese de mejor calidad: así es que afeó á un amigo, el que habiendo Jado de comer á unos huéspedes, les hubiese puesto el caldo negro, y la torta de que en sus banquetes cívicos usaban: porque decia que se habia de cuidar de no ser con los huéspedes tan rigurosamente espartanos. Levantada la mesa se traia un trípode, en que habia un lebrillo de bronce lleno de vino, dos ampollas de plata de cavida de dos cotilas (1) y algunos vasos de plata en muy corto número; con lo que bebia el que queria, y (1) La cotila griega se dijo en la Vida de Nicias que era un poquito menos de medio cuartillo de la medida castellana.