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TIBERIO Y CAYO, GRACOS.

muerte á los que alcanzaron, y envolvieron por fin todo el ejército, impeliéndole hácia lugares ásperos, de los que no habia salida; por lo que, desesperado Mancino de todo .buen término, hizo publicar que trataria con ellos de conciertos de paz; pero respondieron que no se fiarian sino de solo Tiberio, proponiendo que fuera éste el que se les enviara. Movíanse á ello, ya por el mismo jóven, á causa de la fama que de él habia en el ejército, y ya tambien acordándose de su padre Tiberio, que haciendo la guerra á los Españoles, y habiendo vencido á muchas gentes, asentó paz con los Numantinos, y confirmada por el pueblo, la guardó siempre con rectitud y justicia. Enviado, pues, Tiberio, entró con ellos en pláticas, y ora haciendo recibir unas condiciones, ora cediendo en otras, concluyó un tratado por el que salvó notoriamente á veinte mil ciudadanos romanos, sin contar los esclavos ni la demas turba que no entra en formacion.

Cuanto quedó en el campamento lo tomaron ó destruyeron los Numantinos. Habia entre estos despojos unas tablas pertenecientes á Tiberio, que contenian las cuentas de su cuestura, y que en gran manera deseaba recobrar; por lo cual, retirado ya el ejército, volvió á la ciudad con tres ó cuatro de sus amigos. Llamando, pues, á los magistrados de los Numantinos, les rogó que le entregaran las tablas, para no dar á sus contrarios ocasion de calumniarle por no tener con qué defenderse acerca de su administracion. Alegráronse los Numantinos con la feliz casualidad de poder servirle, y le rogaban que entrase en la poblacion; y como se parase un poco para deliberar, acercándose á él, le cogían del brazo, repitiendo las instancias y suplicándole que no los mirara ya como enemigos, sino que como amigos se fiara y valiera de ellos. Resolvióse por fin á bacerlo así, deseoso de recobrar las tablas, y temeroso de que entendieran los Nomantinos que tenía desconfianza; y entrando en la ciudad, le convidaron á comer interpo-