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Plutarco.—Las vidas paralelas.

niendo toda especie de ruegos para que comiera alguna cosa sentado con ellos. Restituyéronle despues las tablas y le propusieron que de lo demas del botin tomara lo que gustase; mas no tomó otra cosa que un poco de incienso, porque usaba de él para los sacrificios públicos; y con esto se retiró, saludandolos y despidiéndose con demostracio nes de afecto.

Luego que volvió á Roma, aquel tratado se miró como ofensivo é ignominioso á la república, y fué por lo tanto puesto en exámen y objeto de acusacion; pero los deudos y amigos de los soldados, que eran una gran parte del pueblo, poniéndose alrededor de Tiberio, imputaron al general todo lo que el suceso habia tenido do afrentoso, y atestiguaron que por él se habían salvado tantos ciudadanos.

En tanto, los que improbaban el tratado decian que en aquel caso debian los Romanos imitar á sus antepasados:

porque tambien éstos á los cónsules que se dieron par contentos con recibir libertad de los Samnites, los arrojaron desnudos en manos de los enemigos; y á cuantos intervinieron y tuvieron parte en los tratados, como los cuestores y comandantes, igualmente los entregaron; ha ciendo que recayera sobre éstos el perjurio y el quebrantamiento de los pactos; pero aquí fué donde principalmente se vió el interes y amor con que el pueblo miraba á Tiberio: porque decretaron que el consul, desnudo y atado, fuese entregado á los Numantinos; y á todos los demas los trataron con indulgencia á causa de Tiberio. Parece que contribuyó tambien á ello Escipion, que era entonces el principal y de mayor poder entre los Romanos; y sin embargo no faltaba quien le culpase de no haber salvado á Haneino y no haber procurado que se guardara á los Numantinos un tratado hecho por su deudo y amigo Tiberio. Bien es que esta acusacion, á lo que parece, se debió en gran parte al amor propio de Tiberio, un poco ofendido, y á las conversaciones con que los amigos de éste y algunos 30-