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TIBERIO Y CAYO, GRACOS.

ciones religiosas más augustas, porque era á la sazon Ponce máximo. Anduvo por tanto en países extraños, afligido y errante; y al cabo de no largo tiempo murió en Pérgamo. Y no es de maravillar que el pueblo aborreciese tanto á Nasica, cuando Escipion Africano, al que con justa razon amaron los Romanos sobre todos los demas, estuvo en muy poco que perdiera esta benevolencia del pueblo, porque á la primera noticia que sobre Numancia se le dió de la muerte de Tiberio, exclamó con aquel verso de Homero:

¡Siempre así quien tal haga, que tal pague!

Y preguntándole despues en una junta pública Cayo y Fulvio, qué le parecia de la muerte de Tiberio, dió una respuesta con la que significó no haber sido de su gusto los actos de aquél; de resulta de lo cual el pueblo le interrumpió en su discurso, cosa que nunca antes habia ejecutado, y él prorumpió tambien en expresiones ofensivas al pueblo. Pero de todo esto tratamos más detenidamente en la Vida de Escipion.

CAYO GRACO.

Cayo Graco al principio, ó por temor de los enemigos, ó para excitar más odio contra ellos, se retiró de la plaza pública, y permaneció sosegado en su casa: como quien por hallarse entonces en estado de abatimiento se proponia para en adelante vivir apartado de los negocios; tanto, que se esparcieron voces contra él de que improbaba y miraba mal la conducta pública del hermano: bien que era