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TIBERIO Y CAYO, GRACOS.

se hizo él mismo presidente y administrador; y siendo tantas y tan grandes, de nada se cansaba; sino que con admirable presteza y trabajo las dió concluidas, como si atendiera á una sola: de manera que áun los que más le aborrecian y temian se mostraban pasmados de verie en todo tan eficaz y activo. El pueblo admiraba tambien el singular espectáculo que aquello ofrecia, al ver la gran muchedumbre que le seguia de operarios, de artistas, de legados, de magistrados, de soldados y de literatos; á todos los cuales se mostraba afable, guardando cierta entereza en la misma benignidad, y hablando á cada uno particularmente segun su clase; con lo que desacreditó á los calumniadores, que lo pintaban temible, fiero y violento. Era por tanto popular, con más destreza todavía en el trato y en los hechos que en los discursos pronunciados en la tribuna.

Su principal cuidado lo puso en los caminos, atendiendo en su fábrica á la utilidad al mismo tiempo que á la comodidad y buena vista; porque eran muy rectos, atravesando el terreno sin vueltas ni rodeos. El fundamento era de piedra labrada, que se unia y macizaba con guijo. Los barrancos y precipicios excavados por los arroyos, se igualaban y juntaban á lo llano por medio de puentes: la altura era la misma por todo él de uno y otro lado, y estos siempre paralelos, de manera que el todo de la obra hacía una vista uniforme y hermosa. Además de esto, todo el camino estaba medido, y al fin de cada milla (medida que viene á ser de ocho estadios poco ménos) puso una columna de piedra que sirviera de señal á los viajeros. Fijó además otras piedras á los lados del camino, á corta distancia unas de otras, para que los que iban á caballo pudieran montar desde ellas, sin tener que aguardar á que hubiera quien les ayudase.

Celebrándole mucho el pueblo por estas obras, y mostrándose muy dispuesto á darle pruebas de su benevolencia, dijo, arengándole en una de las juntas, tenía que pe-