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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Y al que se ha propuesto tejer una relacion ó historia, no de hechos comunes y familiares, sino peregrinos y recogidos en gran parte de una lectura vária, en realidad le conviene ante todas cosas una ciudad de fama, de exquisito gusto y muy poblada, para tener copia de toda suerte de libros, y poder instruirse y preguntar sobre aquellas cosas que habiéndose ocultado á la diligencia de los escritores, adquieren más fe conservadas en la memoria y la tradicion, para no dar una obra que salga falta de muchas noticias, y menos de las necesarias. Mas yo que habito una ciudad corta, en la que tengo formado empeño de permanecer para que no se haga más pequeña, y que mientras estuve en Roma y discurrí por la Italia no tuve tiempo para ejercitarme en la lengua latina, por los negocios políticos y por la concurrencia de los que venian á tratar conmigo de filosofia, tarde ya y siendo muy adelantado en edad, me acerqué á tomar conocimiento de las letras romanas; en lo que me ha sucedido una cosa extraña, pero muy cierta: y es que no tanto he aprendido y conocido las cosas por las palabras, cuanto, tomado conocimiento de las cosas, ellas me han conducido á saber las palabras.

Y lo que es llegar á percibir la belleza y velocidad de la pronunciacion latina, las metáforas de los nombres, la armonía y todo lo demas con lo que se engalana el discurso, téngolo por útil y agradable; pero el estudio y ejercitacion en este trabajo, como empresa difícil, sólo es para los que tienen ocio y tiempo que dedicar á tales primores.

Por esta razon, escribiendo en este libro de las Vidas paralelas, las de Demóstenes y Ciceron, de sus hechos y del modo de conducirse en el gobierno procuraremos colegir cuál era el carácter y disposicion de cada uno, omitiendo el hacer cotejo de sus discursos, y manifestar cuál de los dos era más dulce ó más primoroso en el decir:

porque esto sería, como dijo Yon, la fuerza del delfin en