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CICERON.

quedado, la ilustracion y la elocuencia, son tambien por # ahora trasladados á Roma.»» Decidiéndose, pues, á tomar parte en el gobierno, lleno de lisonjeras esperanzas, un oráculo sin embargo contenia y moderaba aquel impetu; porque habiendo preguntado en Delfos al Dios cómo adquiriria grande fama, le habia aconsejado la Pitía que tomara su propia naturaleza por regulador de su conducta, y no la opinion del vulgo. Así al principio procedia con gran precaucion, y no daba sino pasos muy lentos hácia las magistraturas, y aun por esto mismo no hacian caso de él, y le motejaban con aquellos apodos vulgares tan comunes en Roma: Griego y ocioso.

Mas siendo él amante de gloria por carácter, y continuas las excitaciones de su padre y sus amigos, se dedicó al flo á la defensa de las causas, en la que no por grados llegó á la primacia, sino que desde luego resplandeció con briHante gloria, y se aventajó mucho á todos los que con él contendian en el foro. Dícese que estando en la parte de la elocucion no ménos sujeto á defectos que Demóstenes, puso mucha atencion en observar al cómico Roscio y al trágico Esopo. De éste se cuenta que representando en el teatro á Atreo cuando deliberaba sobre vengarse de Tiestes, como pasase casualmente uno de los sirvientes en el momento en que se hallaba fuera de sí con la violencia de los afectos, le dió un golpe con el cetro, y le quitó la vida; y no fué poca la fuerza que de la representacion y la accion teatral tomó para persuadir la elocuencia de Ciceron; como que de los oradores que hacian consistir el primor de esta en vocear mucho, solia decir con chiste, que por flaqueza montaban en los gritos como los cojos en un caballo. Su facilidad y gracia para esta clase de agudezas y donaires bien parecia propia dei foro y sazonada; pero usando de ella con demasiada frecuencia, sobre ofender á no pocos, le atrajo la nota de maligno.

Nombrósele cuestor en tiempo de carestía; y habiéndolo