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Plutarco.—Las vidas paralelas.

cabido en suerte la Sicilia, al principio se hizo molesto á aquellos naturales por verse precisado á enviar trigo á Roma; pero despues, habiendo experimentado su celo, su justificacion y su genio apacible, le respetaron sobre todos los mágistrados que habian conocido. Sucedió en aquella sazon que á muchos de los jóvenes más principales y de las primeras familias se les hizo cargo de insubordinacion y falta de valor en la guerra; y habiendo sido remitidos al tribunal del pretor de la Sicilia, Ciceron defendió enérgicamente su causa, y los sacó libres. Venta muy engreido con esto á Roma, y dice él mismo que le sucedió una cosa graciosa y muy para reir; porque habiéndose encontrado en la Campania con un ciudadano de los más principales, á quien tenía por amigo, le preguntó qué se decia entre los Romanos de sus hechos, y cómo se pensaba acerca de ellos; pareciéndole que toda la ciudad habia de estar llena de su nombre y de la gloria de sus hazañas; y aquél le respondió friamente: «Pues dónde has estado este tiempo, Ciceron?» y añade que entonces cayó enteramente de ánimo, viendo que habiéndose perdido en la ciudad como en un piélago inmenso la conversacion que de él se hubiese hecho, nada habia ejecutado que para la gloria hubiese tenido mérito; y habiendo entrado consigo en cuentas, rebajó mucho de su ambicion, considerando que el trabajar por la gloria era obra infinita, y en la que no se hallaba término. Mas, sin embargo, el alegrarse con extremo de que lo alabasen, y ser muy sensible á la gloria, to conservó hasta el fin, y muchas veces fué un estorbo para sus más rectas determinaciones.

Mas al fin entregado al gobierno con demasiado empeño, tenía por cosa muy reparable que los artesanos, que sólo emplean instrumentos y materiales inanimados, no ignoren ni el nombre, ni el país, ni el uso de cada uno; y el empleado, que para todos los negocios públicos tiene que valerse de hombres, proceda con desidia y descuido en