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Plutarco.—Las vidas paralelas.

de la conjuracion, dándoles cartas para aquel Senado y cartas para Catilina: las del Senado ofreciendo á aquel pueblo la libertad, y las de Catilina exhortándole á que diera libertad á los esclavos, y viniera sobre Roma. Enviaron con ellos á Catilina un tal Tito de Crotona para que llevara las cartas. Unos hombres como éstos, inconsiderados, y que todas sus determinaciones las tomaban cargados de vino, y á presencia de mujerzuelas, las babian con Ciceron, hombre sobrio, de gran juicio, y que por la ciudad tenía muchos espías para observar lo que pasaba y venir á referírselo. Fuera de esto, como hablase reservadamente con muchos de los que parecia tener parte en la conjuracion, y se flase de ellos, tuvo conocimiento de las proposiciones hechas á aquellos extranjeros; y estando en acecho una noche, prendió al Crotoniata, y ocupó las cartas, auxiliándole encubiertamente los Alobroges.

A la mañana siguiente congregó el Senado en el templo de la Concordia, donde se leyeron las cartas y se examinó á los denunciadores; á lo que añadió Junio Silano que habia quien oyó de boca de Cetego que habian de morir tres cónsules y cuatro pretores; refiriendo esto mismo y otras particularidades Pison, varon consular. Envióse asimismo á la casa de Cetego á Cayo Sulpicio, uno de los pretores, y encontró en ella muchos dardos y armas de toda especie, y muchas espadas y sables, todos recien afilados. Finalmente, habiendo decretado el Senado la impunidad al Crotoniata si declaraba, denunciado y convencido Léntulo, renunció la magistratura, porque se hallaba de pretor; y despojándose en el Senado misme de la toga pretexta, tomó el vestido conveniente á su situacion. Así éste como los que estaban con él fueron entregados á los pretores para que sin prisiones los tuvieran en custodia. Era la hora de ponerse el sol; y estando en expectacion un numeroso pueblo, salió Ciceron, y dando cuenta á los ciudadanos de lo ocurrido, acompañado de gran gentío, se entró en la