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CICERON.

casa de un vecino y amigo; porque la suya la ocupaban las mujeres, celebrando con orgías y ritos arcanos á la Diosa que los Romanos laman Bona, y los Griegos Muliebre. Sacrificasele cada año en la casa del cónsul por su mujer ó su madre con asistencia de las virgenes Vestales. Entrando, pues, Ciceron en la casa acompañado solamente de unos cuantos, se puso á pensar qué haria de aquellos hombresporque la pena última correspondiente á tan graves crimenes se le resistia, y no se determinaba á imponerla por la bondad de su carácter, y tambien porque no pareciese que se dejaba arrebatar demasiado de su poder, y usaba de sumo rigor con unos hombres de las primeras familias y que tenian en la ciudad amigos poderosos. Mas por otra parte, si los trataba con bland ura, temia el peligro que de ellos le amenazaba: pues que no se darian por contentos si se les imponia alguna pena, aunque no fuera la de muerte; sino que se arrojarian á todo, reforzada su perversidad antigua con el nuevo encono; y además él mismo se acre. ditaba de cobarde y llojo, cuando ya no tenía opinion de muy resuelto.

Mientras Ciceron se hallaba combatido con estas dudas, las mujeres en el sacrificio que hacian observaron un portento: porque el ara, cuando parecia que el fuego estaba ya apagado, de la ceniza y de algunas cortezas quemadas levantó mucha y muy clara llama; de lo que las demas se mostraron asustadas; pero las sagradas Vírgenes dijeron á Terencia, mujer de Ciceron, que fuera cuanto antes en busca de su marido, y le exhortara á poner por obra lo que tenía meditado en bien de la patria: habiendo dado la Diosa aquella gran luz en salud y gloria del mismo, Terencia, que por otra parte no era encogida ni cobarde por carácter, sino mujer ambiciosa, y que, como dice el mismo Ciceron, más bien tomaba parte en los cuidados políticos del marido, que la daba á éste en los negocios domésticos, marchó al punto á darle parte de lo sucedido, y lo 27 TOMO IV.