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Plutarco.—Las vidas paralelas.

agüero, significan de este modo el haber muerto. Declinaba ya la tarde, y por la plaza subió á su casa, acompa ňándole los ciudadanos, no ya en silencio ni guardando órden, sino recibiéndole con vocos y señales de aplauso los que se hallaban al paso, y dándole los nombres de salvador y fundador de la patria. Ilumináronse las calles; y los que estaban en las puertas sacaban farolés y antorchas. Las mujeres desde lo alto se mostraban por respeto y por deseo de ver al Consul, que subía con el brillante acompañamiento de los principales ciudadanos; muchos de los cuales habiendo acabado peligrosas guerras, entrado en triunfo y ganado para la república gran parte de la tierra y del mar, iban confesando de unos á otros que á muchos de sus generales y caudillos era deudor el pueblo romano de riqueza, de despojos y de poder; pero de seguridad y salud á solo Ciceron, que lo habia sacado de tan grave peligro: no estando lo maravilloso en baber atajado tan criminales proyectos, sino en haber apagado la mayor conjuracion que jamás hubiese habido, con tan poca sangre y sin alboroto ni tumulto. Porque la mayor parte de los que habian ido á reunirse con Catilina apenas supieron lo ocurrido con Léntulo y Cetego, lo abandonaron y huyeron; y combatiendo contra Antonio con los que le babian quedado, él y el ejército fueron deshechos.

No obstante esto, no dejaba de haber algunos que se preparaban á molestar á Ciceron de obra y do palabra por los pasados sucesos, al frente de los cuales estaban los que habian de entrar en las magistraturas; César que iba á ser pretor, y Metelo y Bestia, tribunos de la plebe. Posesionáronse éstos en sus cargos cuando todavia Ciceron habia de ejercer el consulado por algunos dias, y no le dejaron arengar al pueblo; sino que poniendo sillas en la tribuna, no le dieron lugar ni se lo permitieron, como no fuera solamente para renunciar y abjurar el consulado si queria, bajándose luégo. Presentóse, pues, como para re-