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Plutarco.—Las vidas paralelas.

las locoras y furores de Clodio. Este fué el partido que adoptó Ciceron, y subiendo al Capitolio la estatua de Minerva que tenía trabajada en casa mucho tiempo habia, y á la que daba gran veneracion, la consagró á la Diosa con esta inscripcion: «Á Minerva, protectora de Roma.» Valióse de algunos de sus amigos para que le acompañaran, y á la media noche salió de la ciudad, haciendo su viaje á pié por la Lucania con deseo de verse en la Sicilia.

Coando ya se supo de cierto que habia huido, Clodio hizo dar contra él decreto de destierro y promulgar edicto, por el que se le vedaba el agua y el fuego, y se mandaba que nadie lo recibiera bajo techado á quinientas millas de Italia. A muchos no les servia de detencion este edicto para dar muestras de respeto á Ciceron, para obsequiarle y para acompañarle; pero en Hiponio, ciudad de la Lucania, que ahora se llama Vibon, el siciliano Vibio, que habia disfrutado en muchas cosas de la amistad de Ciceron, y en el consulado de éste había sido nombrado prefecto de artesanos, no le admitió en su casa, y sólo le indicó una posesion, á la que podria acogerse; y Cayo Virginio, pretor de la Sicilia, á quien Ciceron habia hecho tambien grandes favores, le escribió que no tocara en aquella isla. Desconcertado en sus planes con estos desengaños, se dirigió á Brindis, y pasando de allí con viento hecho á Dirraquiocomo durante el dia soplase viento contrario de mar, regresó al punto, y otra vez volvió á dar la vela. Se dice que en esta travesía, cuando ya estaba para saltar en tierra, hubo á un tiempo terremoto y retirada de las aguas del mar; sobre lo que pronosticaron los agoreros que no sería largo su destierro, porque aquellas eran señales de mudanza. Visitábanle muchos por afecto, y las ciudades griegas competian unas con otras en demostraciones; pero á pesar de eso siempre estaba desconsolado y triste, teniendo, como los enamorados, puestos los ojos en Italia, y mostrándose demasiado abatido y con apocado ánimo en