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Plutarco.—Las vidas paralelas.

nio, y lo obligó á salir de la ciudad, enviando á los dos cónsules Hircio y Pansa á hacerle la guerra; y obtuvo del Senado que decretara á César las fasces y todo el aparato imperatorio, como que combatia por la patria. Mas como vencido Antonio, y muertos en la guerra ambos cónsules, todo el poder se acumulase en César, temiendo el Senado á un jóven á quien tan decididamente favorecia la fortuna, trató de apartar de él las tropas con honores y con dádivas, y debilitar así su poder, bajo el pretexto de que la república no necesitaba de defensores una vez que Antonio habia buído. Temió con esto César, y envió quien rogara y persuadiera á Ciceron que procurara para ambos juntos el consulado, y dispusiera de todo como le pareciese, apoderándose de la autoridad, y tomando bajo su direccion á aquel jóven, que solo apetecia adquirir algun nombre y gloria. Confesó el mismo César que temiendo verse arruinado, y considerándose en peligro de que le dejaran solo, echó mano en tal apuro de la ambicion de Ciceron, moviéndole á que pidiera el Consulado, en el concepto de que él le daria todo favor y auxilio.

Enloquecido entonces y sacado de tino Ciceron, un anciano por aquel mozo, y engañado para que le ayudara en los comicios y le pusiera bien con el Senado, desde luego incurrió en la reprension de sus amigos; y á bien poco conoció él mismo que se habia perdido y habia hecho traicion á la libertad de la patria: porque luego que aquel jóven vió tan acreditado su poder y se posesionó del consulado, al punto dió de mano á Ciceron; y hecho amigo de Antonio y Lépido, juntando en uno el poder de los tres, partió con ellos la autoridad, como pudiera haber partido una posesion. Proscribieron de muerte sobre doscientos ciudadanos, siendo la proscripcion de Ciceron la que produjo entre ellos los mayores altercados, por cuanto Antonio no se daba á partido sino moria el primero; Lépido se adheria á Antonio, y César se oponia á ambos. Tuvieron