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Plutarco.—Las vidas paralelas.

saltó en tierra, y anduvo por ella cien estadios, encaminándose á Roma; pero con nuevas dudas mudó de propósito, y se dirigió otra vez hácia el mar. Cogióle la noche, y la pasó en las mayores dudas y aflicciones sin saber qué partido tomar; tanto, que llegó á resolver introducirse secretamente en casa de César, y dándose á sí mismo muerte ante el ara, concitar contra él la ira de los dioses; pero le retrajo de esta idea el temor de los tormentos, si por accidente le echasen mano. Ocurriéroale otros muchos pensamientos, mudando de dictámen á cada punto, y por fin volvió a ponerse en manos de sus esclavos para que por mar le llevasen á Cayeta, donde tenía posesiones y un asilo excelente en el estío, cuando los vientos etesias soplan dulcemente; habiendo en aquel mismo sitio un templete de Apolo sobre el mar. Levantáronse de este muchos cuervos, que graznando se dirigieron al barco de Ciceron cuando le impelian á tierra con los remos; y colocándose en la antena de una y otra parte, unos graznaban, y otros picoteaban los cabos de las maromas: señal que á Lodos pareció funesta. Saltó, pues, en tierra Ciceron, y marchando á la quinta se acostó para descansar.. Muchos de los cuervos se posaron en la ventana graznando desconcertadamente; y uno de ellos, bajándose al lecho donde Ciceron reposaba con la cabeza cubierta, le destapó la cara, retirando suavemente la ropa.con el pico. Los esclavos que esto vieron tuvieron á ménos el ser tranquilos espectadores de la muerte de su señor, y que una fiera le diera auxilio y cuidara de él cuando injustamente era maltratado, y ellos no hiciesen nada para salvarle; por lo que ya rogándole, y ya poniéndole por fuerza en la litera, volvieron á conducirle hácia el mar.

Llegaron en esto los matadores, que eran el centurion Herenio y el tribuno Popilio, á quien habia defendido Ciceron en causa de parricidio, trayendo consigo algunos ministros. Como hubiesen encontrado cerradas las puertas, las